Se pusieron de moda las camisas de rayas, teclear el nombre conocido y dar con la imagen, los colores flúor, el destino de encontrarse siempre en el mismo sitio y los pantalones pitillo. Se puso de moda verse desnudo pero no mirarse, manipular las palabras y vender sonrisas. Se puso de moda la hora de llegada y de salida, el tabaco consumido y una moto como medio de transporte. Se puso de moda disparar una Nikon calibre 22 en cualquier parte de la ciudad. También maquillarnos de falsedad todas las mañanas y dormir al lado de la soledad cada noche. Entretener la cabeza con canciones. Ser igual pero diferente. Se puso de moda incluso escribir esto e inducir halagos. Obstinarse por algo, alguien. Cubrir los ojos con unas Wayfarer evitando la realidad. Se puso de moda la melancolía como enfermedad crónica. Las dudas y el qué dirán. La nimiedad y los amigos inseparables. Las horas muertas y las carcajadas cansadas. La verdad como asignatura pendiente. Se puso de moda regalar te quieros fingidos y alquilar los labios por una noche. Se puso de moda hablar de ello y aceptarlo. 
Las modas pasan, dicen.